Desvaríos ligeros y otros más profundos

13 de marzo de 2015

Otra realidad

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Tengo los ojos abiertos de par en par. Sin saber por qué, estoy despierta y de pie. La habitación comienza a cobrar un matiz grisáceo, opaco como el reverso de un espejo. No ha pasado más de un minuto y ya me siento cinco años mayor. Qué pesado es todo, ya no camino, me arrastro lentamente hacia adelante, pero algo más fuerte que yo me jala hacia el suelo. Es como intentar deslizarse sobre una esponja áspera en cuya superficie se forman sinuosas arrugas a medida que quiero acercarme a la mesa. Yo no tengo una mesa en mi cuarto. Este no es mi cuarto. Esta no soy yo, y si lo soy en realidad, ¿dónde estoy?



Los últimos vestigios del azul amoratado de la madrugada se van desvaneciendo en un parpadeo, uno laso, por supuesto, digno de este mundo en que hasta la sinapsis se vuelve lenta. Allí estaba de nuevo todo. El gran tablero de ajedrez distorsionado baila frente a mí, estirándose, girando y alejándose hasta dejarme a solas con mi más recurrente visión. De pronto, el escenario de ese acto surreal se vuelve familiar para mí. Otra vez nos encontramos.



Un fondo plomo salpicado de circunferencias delgadas y puntos de dimensiones variadas, rojo y negro, una imagen que se amplía como una chispa que incendia una hoja de papel desde el centro del mismo. Dirijo los ojos hacia arriba con los párpados cerrados. No funciona, esa realidad permanece inquieta. No estoy en ningún otro lugar, en realidad estoy dentro de mí.



Me fuerzo a cruzar, esta vez no iba a huir despertándome, en caso estuviera dormida, claro. Ahora el universo es sepia, mucha madera, muchos diarios, muchas letras. Un escritorio apolillado en medio de una habitación de dos por dos soporta algunos libros y un delicado stiletto rojo, que es lo único que exhala vida allí, ni siquiera yo.



Parece la oficina de algún periodista o forense. No hay gabardinas ni armas, tampoco guantes ni lapiceros, pero sí distingo un teléfono de disco negro. Mis ojos se cierran, sin embargo aún no sé por qué estoy allí. Espero descubrirlo la próxima vez.