Desvaríos ligeros y otros más profundos

16 de diciembre de 2014

Para no morir en el intento

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Entonces estoy aquí, en un lugar que no es mío, pero donde me siento como en casa. Después de horas y días lejanos cavilando, con la mirada en un horizonte incierto o con los ojos cerrados aunque tuviera los párpados despegados, las cosas cambian. Muchas ganas y un par de golpes de suerte fueron suficientes para empujarme a tomar riesgos de nuevo. Y cuando las cosas salen bien porque te has esforzado y sientes que ya es hora, que mereces más que un 'ahí, bien' y que puedes hacerlo.
No suelo hablar de mis virtudes, pero me emociono cuando personas de verdad sinceras lo hacen. Sabes que los quieres en tu vida porque, efectivamente, te ayudan a ser mejor, y por más profundo que sea el fango en el que te hundes, van a estar contigo.
Puedes tardar un tiempo en hallar tu camino, puedes dudar de cada cualidad tuya, pero no puedes permitirte asentarte en un punto muerto, y si creces, no lastimes, y si quieres probarte a ti mismo, no destruyas a los demás.
Hazlo bien, ponle alma a tu labor, sé humilde, di la verdad y sé leal contigo y con los demás. Son palabras repetidas, pero en momentos críticos alguien tiene que recordártelas. ¿Y sabes? A la gente buena no siempre le pasan cosas buenas, tampoco es cierto que lo bueno solo atrae lo bueno, o viceversa. Jode harto porque alguna vez vas a pensar que la vida es injusta, y de hecho lo es, sin embargo, y aunque te consideren demasiado ingenuo, tú, el de corazón limpio, eres un trillón de veces mejor que el común de seres humanos que ahora mismo transitan por las calles. No todos son una mierda, trata también de no serlo.
La Tierra te lo agradece.