Desvaríos ligeros y otros más profundos

27 de enero de 2013

Viaje al centro de una lima

Posted by with No comments
Hace unos días fui al Centro de Lima y no tuvieron que obligarme a hacerlo como cuando era niña. Recuerdo que sentía temor, había tanta gente y tanto desorden que, literalmente, no se podía dar un paso sin rozar a alguien -o ser aplastado, por un humano o por una máquina-. Había que sortear ambulantes, "jaladores" y varios mendigos (los rostros de estos últimos eran los que más me conmovían y no podía quitármelos de la cabeza por días) para trasladarse lentamente, sudando, sufriendo. No sé cuándo empezó esta situación, quizá con la migración interna se fueron mostrando los primeros atisbos de caos en nuestra capital, mas en estos días los ánimos están caldeados y cualquiera que, a veces inocentemente, ose mencionar alguna palabra que despierte bajas pasiones, será tildado sin piedad de maldito, de racista. Yo no tengo que decir si lo soy o no: me parece patético escuchar a la gente decir que no es  racista o discriminador de alguna manera, cuando esa nefasta conducta, la cual se ha sabido meter en el inconsciente de la gran mayoría, brota sin pedir permiso, ¿o será que tan, pero tan arraigada está en los cerebritos de todos, que cualquier cosa que digas puede ser usada en tu contra? Casi como una caza de brujas en la Edad media, pienso. Soy hija de provincianos y de limeña solo tengo la partida de nacimiento, espero que me juzguen por mi conducta, porque a veces la lengua se me traba y me equivoco, y nunca faltará alguien dispuesto a etiquetarte .a ti, a mí o a cualquiera- por una malinterpretación. Mejor continúo.

La principal metrópolis peruana comenzó a mostrarse más agradable y gentil hacia mis ojos hace muy pocos años, y gracias a eso, descubrí una fruta de cáscara rugosa, pero de dulce interior: le pude ver el lado a amable a Lima. No fue cuestión de un par de meses, tomó mucho tiempo (los dos predecesores más cercanos de Susana Villarán tuvieron 8 años para hacer sus trabajo) y notemos esto ahora que estamos a mes y medio de las elecciones para la revocación o no de la actual alcaldesa, notemos que no hay que dejarnos llevar por el facilismo de decir que alguien es incapaz o que no hace nada porque otros lo digan... o porque repetir este discurso es más sencillo que informarse. Creo que la señora alcaldesa es honesta y en nuestro país, la contraparte de este valor es más aceptado y hasta alentado -pues "más vale que robe, pero que haga algo"- que la ética. Ni siquiera es cuestión de principios, basta un poco de materia gris para darnos cuenta de que es el dinero de todos nosotros el que va a parar a los bolsillos -o a las cuentas bancarias- de otros, dinero que, por cierto, también le costará a Lima en estos próximos comicios.

El fin de esta entrada era relatar mi experiencia caminando por el jirón de la Unión, no para sacar cara por nadie, ni para dirigirlos a vosotros, a favor del Sí o del No, pero solo espero que sea una elección inteligente,

Si llegaron hasta aquí y están dispuestos a leer mi aventura, adelante. De aventura no tiene mucho, aunque ya es toda una hazaña regresar a casa sin un dedito del pie pisado.

Hoy el Centro se ve y huele mejor, yo fui de tarde y la noche de verano cayó sobre mí, dejándome contemplar su magnífica arquitectura a la luz de los focos. En el Centro hay de todo, así de simple. Por un momento levanté la vista y me puse romántica, me sentí en alguna capital de Europa cuando observé sus balcones tallados, sus frisos y sus columnas... sentí que estaba en otra época hasta que un hombrito golpeó mi cadera: era un niño que iba con su madre. Después, tras un larga caminata hasta el jirón Quilca y luego de mirar a través de un telescopio improvisadamente instalado cerca a la plaza San Martín y alquilado por tes soles, retornamos al jirón De la Unión. Me sentí pequeña, más pequeña de lo que soy al verme rodeada de gente de todas partes. En ese momento pensé que también me gustaría darme una vuelta por alguna ciudad diferente a la mía, para extrañar a Lima, a la fruta de cáscara gruesa y gajos dulces, y para empaparme de otras culturas.

Entramos a la iglesia De la Merced y nos hallamos en medio de una boda- ¿dónde están los modales de estos bulleros que se vienen a zampar a matri ajeno?-. Podría hablar del peinado de la novia, pero esto parecería un bloque de espectáculos, así que solo diré que el amor pone a la gente linda, y así estaban los novios. Tomé algunas fotos de ellos y de la impresionante estructura de la basílica y salí en búsqueda de una banquita en la plaza. Miré por última vez a mi alrededor, las personan iban dejando vacío el lugar y pronto, mis compañeros y yo hicimos lo mismo. Con pasos lentos, por el cansancio y por no querernos ir -además de no tener el coraje de enfrentarnos al tráfico nocturno- nos retiramos. El viaje de regreso ya es historia conocida.