Desvaríos ligeros y otros más profundos

24 de abril de 2013

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Muéranse todos menos ustedes.

11 de abril de 2013

Momentáneos fotógrafos de la vanidad

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"¡Guárdalo ya!", me decían. Me acompañó mucho tiempo y no recuerdo si me lo regalaron o si lo compré. Era un espejo muy particular, parecía una ostra cuando se cerraba y daba la impresión de estar hecho de caramelo. En realidad, eran dos: uno común y el otro, de aumento, y por su practicidad se convirtió en un objeto infaltable en mi bolsillo. Como tantas de las cosas que me gustan de verdad, no sé qué tenía ese espejito: quizá era el único con el que me sentía cómoda en una edad en la que mi confianza había caído o tal vez porque sentía que me daba el poder de ser alguien más. Ahora que lo pienso, debe haber ido una mezcla de las dos cosas, es decir, me agradaba mi reflejo, y por ende, podría gustarle a alguien. 

Casi todos nos miramos -digo casi porque algunas religiosas y seguramente más personas no lo hacen-, nos observamos, escudriñando cada detalle nuestro en la privacidad de nuestras habitaciones, en nuestros baños o cuando estamos solos, y vaya que mirarnos puede ser abrumador o placentero. Todo eso depende del día, de nuestro humor, de nuestra piel, de la luz, del día del mes e incluso del espejo. ¿Cuántos de nosotros tenemos un espejo favorito? No sabría decirlo, pero a veces pasa que encuentras alguno que te devuelve tu mejor imagen y tú solo quieres que esa sea la manera en que los demás te ven. 
"God, save me rejection from my reflection. I want perfection."- Bodies, Robbie Williams