Desvaríos ligeros y otros más profundos

22 de diciembre de 2014

Aguafiestas de fin de año

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Yo no creo que la depresión de fin de año sea por la melancolía de las fiestas. Mi experiencia me hace pensar que cada año pesa y que es una carga abrumadora que se concentra en diciembre. 'Todo estará bien', te dicen, te repites hasta oxidar ese mantra al que te aferras desde que crees en Dios aunque dudes de Él casi siempre, desde que te diste cuenta de que no puedes controlarlo todo... desde que te diste cuenta de que la vida es una batalla constante entre las cosas buenas que construyes y lo malo que te ocurre. En otras palabras: la vida es un camino sinuoso, un camino en el que tienes que esquivar mucha mierda, aunque, inevitablemente, por intentar vivir más que sobrevivir te vas a distraer y vas a terminar embarrado hasta las rodillas.
Rodearse de personas buenas de verdad es vital -escribo esto mientras mi único compañero que respira es un perro ansioso-, y no se trata de que cumplan un perfil delineado estrictamente, sino de que sean honestos contigo y que te reanimen cuando las baterías se te acaben, o si te las robaron, o si las regalaste por ahí. La vida es jodida, no he vivido mucho, solo tengo 19 años, pero a veces pienso que alguien supremo se ha ensañado conmigo.
La ciencia lo refuta, los humanos seguimos buscando fuerzas mayores para justificar lo que simplemente es vida. Ahora bien, yo no quiero cosas malas para la mía, de hecho, ¿quién las quiere para la suya? Lo creas o no, hay gente así. 'Hay de todo', maldita sea, pero no estoy aquí muriendo de hambre para hablarte de ellos. Sospecho que estoy escribiendo esto porque odio bastante el calor, odio las compras navideñas, odio a la gente irritable y odio que la mayoría de mis intentos por hacer las cosas bien resulten saboteados. Odio diciembre sin viajar, detesto el calor de mierda de Lima, lo detesto profundamente, pero no tanto como a los microbuses, y no tanto como a cada enfermo que farfulla sus pensamientos cuando camino o que me manda besos volados. Ojalá que amanezcas impotente, infeliz, ojalá que se te pudra un pie.
Sea como sea, no tienes más chance que seguir vivo a menos que tomes otro camino (o tomes veneno), así que tú decides qué hacer hasta que la muerte te llegue.